La enseñanza de la filosofía fue uno de los primeros proyectos culturales de la colonización española. Pero, ¿cuál era la función curricular de estos cursos? ¿Qué tipo de formación filosófica querían procurar? ¿Con qué objetivo se decidió enseñar filosofía en unas tierras recién conquistadas? Las respuestas a estas preguntas no es fácil ofrecerlas en un espacio como éste. Ha sido necesario un trabajo de investigación y documentación muy esforzado y cuidadoso, así como largas horas de discusión universitaria para construir respuestas a este tipo de preguntas con bases sólidas. ¿En dónde están, entonces, los estudios universitarios sobre este asunto tan importante? Están en un punto de desarrollo en el que por fin es posible colocar en una auténtica perspectiva histórica la cuestión. Gracias a las investigaciones sobre la historia de la educación en México, o sobre la instalación y desarrollo de clero regular y secular, así como de la historia del libro y la imprenta, sin olvidar la historia de la filosofía en México, hoy sabemos que la instalación de los primeros cursos de filosofía en espacios destinados específicamente a la educación estuvo estrechamente vinculado con necesidades diversas de la corona española y los conquistadores que muy pronto se convirtieron en colonizadores. Esta diversidad de intereses, de hecho, se ha convertido en uno de los aspectos más relevantes en la investigación de la configuración de los espacios de saber y de las mismas formas de saber, ya que nos obliga a alejarnos de las generalizaciones fáciles, que poco han contribuido a la comprensión de los procesos de formación cultural de la Nueva España, en lo particular, y de la América española en lo general. Fueron muchos, con muy diversas intenciones e intereses, los que emprendieron la compleja tarea de instalar la enseñanza de la filosofía en la Nueva España.